5.06.2016

LA SIMULACIÓN COMO ARGUCIA POLÍTICO-PARTIDARIA.

En casi cuatro años de gestión gubernamental Danilo Medina ha dejado claramente establecido no solo su parquísimo estilo de conducción presidencial sino también su determinación, sin miramiento moral alguno, para cumplir con sus más íntimos deseos políticos.

El presidente ha cifrado su diferenciación de estilo mas no su éxito en una clara y mesurada administración expositiva de la figura presidencial resguardando hasta el límite de lo pertinente la vertiente comunicativa de su investidura.

El presidente es huidizo sin llegar a la timidez infantil, aunque tampoco rehúye encuentros sociales ni políticos o empresariales de alta camaradería  en donde no sean necesario ni el pulpito ni el amplificador porque entonces sí, si los evitaría.

Del primer mandatario siempre se ha dicho que es “el que domina las estructuras partidarias”, “el gran conocedor de las bases peledeístas”, “el armador de las estrategias del partido”, “el articulador de los grandes acuerdos”, en fin, un verdadero timonel político del sistema.

El punto es que todo eso y más se “bate y se muele” en el sustrato cenagoso de la política partidaria, la simulación, esa prostituta prima de la mentira y en cuya familia, la indecencia, no hay espacio mínimo para el manejo ético de “la ciencia más pura”.

La simulación es parte intrínseca del PLD en donde el leonelismo la institucionalizó con los ribetes propios de la tendencia que encabezó las siglas durante tanto tiempo. Hablar de un envilecimiento de los principios básicos del partido es como quedarnos en la puerta de entrada de un gran salón.

Ciertamente el presidente Medina no posee la lucidez maquiavélica de un LF pero su vistosa capacidad simuladora le ha permitido readecuar y estructurar toda una factoría de asesores para lograr su cometido político ulterior, la perpetuación en el poder más allá de las limitaciones constitucionales.

Dicho cometido fue consumado en la plataforma idónea por antonomasia en nuestro país, la magna obra simuladora de este gobierno, una furtiva, rapidísima e ilegítima reforma constitucional. Sin embargo con la entelequia reformadora no concluía la acción simuladora desde el poder ya que la engañifa danilista seguiría pariendo imposturas.

Las Visitas Sorpresas, por ejemplo, son otra gran muestra de esa simulación sin contemplaciones que ha desplegado el danilismo. Con necedad se insiste en “sacar” del palacio al presidente e igualarlo a un campesinado no solo olvidado y maltratado por antiguas administraciones sino también instrumentalizado ahora por las intenciones malsanas de un grupo que solo piensa en retener el poder cueste lo que cueste.

El danilismo, de esa manera entonces, se ha convertido en tan poco tiempo en referencia inevitable de la enajenación política como arma para alcanzar el poder, primero, y retenerlo, después.

El PLD actual es como un manto negro gigantesco que cubre y carcome toda institucionalidad posible y necesaria. Es también ese espectro abismal que no permite la más mínima disidencia sin pretender descalificar, por medio de terceros asalariados, a los que no estamos de acuerdo con la dirección que orienta nuestro rumbo.

Algunas veces sostuve que el PLD representaba la aniquilación cultural de la nación pero he entendido que dicho partido es más que eso: es un compendio inacabable para historiar la vida de los marginados en los últimos veinte años.


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